Regresar a Jesús
María se vuelve ahora como el pago de una manda. Casi con un sentido
religioso. Incluidos preocupación y ocupación por lo sucedido en el cercano y
tan pegado a nuestra piel 5 de enero de 2023. La ansiedad por saber cómo ha
sobrevivido la comunidad durante estos largos y desesperantes meses desbordó
cada minuto de nuestros días más recientes. Y no quisimos esperar hasta el día
5 del presente mes para visitar el pueblo y observar los esfuerzos (tan
huérfanos de apoyo oficial) con que la gente busca el regreso a la normalidad
en su vida económica y social.
En el rescoldo
de los acontecimientos del Culiacanazo 2.0 habíamos dicho que la comunidad de
Jesús María se convirtió en un laboratorio natural para la sociología, la
psicología y la pedagogía. Las condiciones que apuntalan esta afirmación no han
cambiado. Por ello al ritmo de la andadura del tiempo transcurrido no pocos
hemos insistido en la necesidad de que el Estado mexicano a través de las
instancias educativas, Sistemas DIF, el ISIC y otras, realizaran todo un
programa de atención a los niños y jóvenes de Jesús María y sus alrededores,
que les permitan remontar el trauma que les impuso la jornada violenta del 5 de
enero. Quizá tocando más allá: lo vivido antes de ese fatídico día, lo cruento
de esa jornada y lo que dejó de herencia hasta hoy.
Ocupados en
obtener información de primera mano nos acercamos a Jesús María. Esperábamos
ver la estación provisional de soldados en el crucero de la Carretera
Internacional y la Carretera Vecinal hacia la presa El Varejonal. No había tal
estación, ni trincheras ni la precaria sombra que guarecía del sol a los
miembros del Ejército mexicano que montaban guardia. Queríamos hacer un alto y
saludarlos. Y preguntarles cómo habían sobrellevado su trabajo al filo de la
intemperie. El lugar es ahora un páramo desde donde se atisba, rumbo al
noroeste, el solitario poblado de La Campana y puede uno internarse por el
sinuoso camino al que dan marco esos robustos árboles llamados inmortales y que
conduce a Jesús María.
Sin mucho
tráfico arribamos a Jesús María. Era poco después del mediodía. Las calles no
tenían la vida de otros días. Pero sus habitantes se mostraban vigilantes desde
la incierta comodidad de sus hogares. Los perros, unos tímidos y otros más
audaces se atreven a ladrar casi al contacto de los visitantes. Algunos más andan
traspaleando por los callejones y pastoreando sus enteleridas pulgas ante un
sol que no termina por calentar las veredas y zanjones donde las cabras y mapaches
hacen un alto en el camino. Si las calles lucen solas, a las escuelas y las
canchas deportivas no se acerca ni un alma desbalagada, pues las vacaciones concluyen
con la semana.
Un Santa Clos
lampiño, de ojos interrogantes, de sonrisa torcida y fachada cansada, saluda
con desgano sentado en una banca frente a las oficinas de la Sindicatura. Una simpática
figura que recuerda los morrines del exalcalde Sergio Torres. Nadie más
estaba allí. Luego de procurarlo por la seca y la meca llegó el síndico. El
diálogo no fue abierto y franco desde el santiago. Los visitantes, aún
presentados como defensores de derechos humanos y como periodistas, no llenaban
todos los requisitos de la confianza. Fue necesario ahondar en el tema que
nació el 5 de enero y exponer nuestra preocupación por las consecuencias que
arroja el Culiacanazo 2.0 sobre las conciencias de niños y jóvenes de la
región.
De ese diálogo se
confirma que desde la autoridad nunca hubo la preocupación por lo que la
jornada del 5 de enero de 2023 arrojó sobre la generación de niños y jóvenes de
Jesús María. Se esperaba que un grupo de psicólogos y trabajadoras sociales
hicieran de los jardines de niños, de las escuelas primarias, secundaria y
preparatoria, un centro permanente de trabajo. No fue así. ¿Qué balance hay
sobre cambios de conducta, miedos e incertidumbres nacidas en vísperas del Día
de Reyes? Ninguno, porque psicólogos y trabajadoras sociales no fueron
comisionados para atender esa emergencia.
En el recorrido
por las calles de Jesús María se siente un ambiente de calma, pero esa calma
tensa que provocan hechos de la dimensión y consecuencias que llevaron a la captura
de Ovidio Guzmán. No han faltado algunos incidentes que alimentan esa tensión
durante el traumático año transcurrido. Y hay un elemento más que no podemos
ignorar: la víspera del 5 de enero abre una interrogante del tamaño de los
miedos vividos, pues la violencia no es ave de un solo nido ni tiene garantía
de no repetición para las coordenadas en donde ya cobró altas cuotas de vidas
humanas.
La visita a
Jesús María nos impone algunas reflexiones. De no atender la emergencia que aún
vive Jesús María, ¿en cuántos años más llegará una dolorosa factura de esa
generación que estamos dejando en la orfandad social? Es loable el esfuerzo que
hace Carlos León, síndico municipal, buscando que su comunidad regrese a la
normalidad y encuentre formas de ganarse la vida de manera digna. Él forma
parte de un grupo musical y ha promovido festividades para que los vecinos convivan
y retomen la confianza en la vida comunitaria y pública, promueve el deporte
entre los niños y jóvenes, y tiene la esperanza de encontrarse con el
gobernador Rubén Rocha para presentarle el proyecto de un Boulevard que
atraviese Jesús María y abra las puertas a la inversión de pequeños
restaurantes, panaderías, alfarerías y otros negocitos que den empleos y
complementen los magros ingresos que deja una ganadería trashumante y una
agricultura de temporal, donde las lomas y cañadas impiden domesticar las aguas
que duermen tan cerca y tan ajenas en la Presa López Mateos. Paguemos la deuda
que tenemos con Jesús María. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com