Participo en el
movimiento por la presentación de personas desaparecidas desde el año de 1977.
Durante ese espaciado y traumático tiempo he visto el dolor inacabo de los
familiares con seres queridos que un día no regresaron a casa. He compartido
afanes, riesgos, búsquedas sin fin y audiencias con funcionarios públicos que
nunca terminan por definir una política pública clara y decidida para alcanzar
la justicia plena de estos casos y detener la nefasta práctica de desaparecer a
personas. Cuántas veces hemos tomado las calles, las plazas públicas y las
oficinas gubernamentales. Y en todos esos años problemas hubo de diversa índole
con la autoridad, pero no el choque entre datos que ofrecen las familias y las
que reitera la autoridad en casos concretos.
La preocupación
actual surge por las consecuencias que han acarreado los levantones del viernes
22 de marzo pasado. Ese día, de acuerdo a la información oficial, fueron
privadas de la libertad 66 personas. Después de 48 horas se dijo que habían
regresado a casa 58 de esos ciudadanos. Y que quedaban pendientes de liberarse
otras ocho. Después, el domingo 7 de abril, el gobernador aseguró que esa cuota
de ciudadanos pendientes de su liberación, ya estaban en casa. Me alegré mucho
en lo personal por dicha noticia. Pero luego los medios citan a familiares de
esos ocho afirmando que no han regresado. Y sustentan el dicho citando once
fichas de la página (vigente) de personas desaparecidas de la Comisión Estatal
de Búsqueda, comparada con el espacio que la Fiscalía General del Estado dedica
al mismo problema.
Aparecen
imágenes y nombres de las once personas que el día viernes 2 de marzo
desaparecen y la búsqueda de manera oficial, porque no han sido retiradas de
las páginas citadas, no ha concluido. Esa lista está compuesta por tres
hombres, siete mujeres y un menor de edad. La residencia de todos ellos corresponde
a los municipios de Culiacán y Mocorito. Las dos declaraciones (la de la
autoridad y la de familiares) y los datos que aparecen en espacios oficiales no
pueden ser conciliados. La situación exige una aclaración oficial sustentada y
contundente.
Es cierto que la
Fiscalía General del Estado y la Secretaría de Seguridad Pública de Sinaloa,
dieron la cara en una conferencia de prensa, pero los datos aportados, las
circunstancias descritas y hechos que no terminan de embonar, nos dejan un
tanto perplejos y con más apetito de conocer la verdad de lo que pasó en
aquella aciaga jornada del viernes 22 de marzo. Sara Bruna Quiñones, fiscal general,
informó -dice la prensa-, “que el regreso de las ocho personas que faltaba, del
grupo de 66 que fueron privadas de la libertad el pasado 22 de marzo en
Culiacán, se declaró porque las propias víctimas o familiares notificaron de la
situación a las autoridades”.
Del informe
presentado por ambos funcionarios, nos deja más preocupaciones que certezas y
tranquilidad en torno a esa jornada que paralizó buena parte de la vida social del
fin de semana citado. Del informe se desprende: “Debido a que no todas las
personas quisieron presentar una denuncia, para anunciar que se contaban (sic)
con la localización de los ausentes, corresponde a la declaración que los
mismos hicieron a las fuerzas de seguridad durante el trabajo de aproximación.”
“Al no haber
denuncia, y ante el contexto en el que se localizaron, se establece la
confianza en lo manifestado, lo cual puede abrir diferentes hipótesis”. No
explican mucho sobre la mencionada aproximación de la autoridad, ni cómo se
documentó el regreso de los “levantados”, considerando todos los asegunes de
que víctimas y familiares no quisieran comparecer formalmente ante la autoridad.
Y lo que sigue para complementar la conferencia de prensa no ayuda mucho a
nuestra tranquilidad: dice la fiscal que solo tienen 57 carpetas abiertas sobre
desaparición del día 22 de marzo. Que la lista oficial es de 66 personas desaparecidas
ese día, pues lograron localizar a familiares que no presentaron denuncia.
Abundaron sobre
el faltante de plagiados: los multicitados ocho. Y reconocen que sólo tenían
los nombres de siete, que de esas nomás cuatro están en las listas oficiales de
la Fiscalía. La pregunta obligada es el porqué de ese galimatías en los datos
registrados de una jornada que debe tener una evaluación muy precisa por muchas
razones: por la valoración natural que reclama, por las consecuencias que en un
futuro cercano y a mediano plazo tendrá, por el reto que representa para la
autoridad y la sociedad la no repetición de los hechos. Y porque no podemos
resignarnos a que la impunidad siga su paso tan campante como en situaciones graves
anteriores.
No quiero volver
la vista y el pensamiento a los primeros pasos que dimos en la búsqueda de los
jóvenes desaparecidos de los años setenta del siglo pasado, pero el asombro que
sentimos y vivimos ante los 42 muchachos que fueron víctimas de la desaparición,
sigue vigente y no deja de ser la lupa a través de la cual vemos un fenómeno
que se resiste a morir. Hoy la desaparición suma a más de 112 mil mujeres y
hombres, con jornadas que violentan la vida de muchos pueblos a lo largo y
ancho del país. Es un problema que no puede continuar sin que le pongamos un
valladar, porque cobra la vida de muchas personas, inunda de angustia y desesperación
de cientos de miles de familiares y enferma ya a dos generaciones de mexicanos
por los daños causados. Que la Fiscalía General y la Secretaría de Seguridad
sean más precisas con los datos y más fieles a la función que deben cumplir.
Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com