Hablando de
disponibilidad del agua dulce, ¿En qué punto nos encontramos hoy? Pues nada
menos que acumulando dos años de pocas lluvias y en el arranque de un tercero
lleno de incertidumbres, pues no sabemos cómo pinte esta temporada que bien
tiñe el añil del cielo con densos nublados que alimentan la esperanza de que
tendremos abundantes lluvias y que arroyos y quebradas y afluentes de los ríos
cantarán la vieja canción de los montes y humedales, que es el himno a la vida
propia y a la que engendra al preñar el mundo vegetal y animal, incluido el
nuestro.
Ha llovido en la
sierra de Badiraguato, en El Fuerte y en el sur del estado de Sinaloa y muy
recientemente en las alturas del municipio de Sinaloa (por San José de Gracia).
También algunas lloviznas aisladas por Guasave y Salvador Alvarado, incluyendo
un desangelado chaparrón en la ciudad de Culiacán. Tenemos precipitaciones
aisladas en el estado, en tanto ya rebasamos el día de san Juan, el clásico día
de inicio de la temporada de lluvias. Y mientras anota y vigila el
comportamiento de esta temporada de lluvias, la Comisión Nacional del Agua
(CONAGUA) nos dice que ese vital líquido que humedeció la reseca tierra de los
lugares señalados no llegó a los vasos de las presas nuestras.
El orgullo de
tener once ríos y once presas hasta hace poco, nos inspiraba una confianza en que
la disponibilidad de agua suficiente no se terminaría y que la producción de
alimentos contaba con la garantía y sello de la naturaleza. Se han agregado las
presas Picachos y Santa María, en el sur del estado. Lo que debe contribuir a
la apertura de nuevas tierras al cultivo y a resolver la emergencia que ya representaba
el consumo humano de agua en esa zona. Pero incluyendo a la ecuación más presas
(mayor embalse de agua) en la fórmula, habrá que contemplar también si la
cantidad de agua que nos obsequie la caprichosa combinación de los fenómenos climatológicos
del Niño-Niña y las Ondas Kelvin Ecuatoriales será suficiente.
Es cierto que
desde los años cuarenta del siglo pasado hemos ido construyendo presas donde se
acumulen las aguas de cada temporada de lluvias, buscando aliviar las
necesidades del consumo humano, de la agricultura y la ganadería, pero poco nos
preocupamos por averiguar qué mantenimiento debemos dar a sus cuencas
respectivas y al imparable azolve de las presas. Desconocemos si hay estudios
exhaustivos sobre el estado que guardan cada una de las cuencas hídricas y si
ya se están preparando programas para la recuperación de los daños sufridos por
estas cuencas (tanto las que provocan sequías y precipitaciones torrenciales,
como las que cometemos los humanos) y la educación que debe promoverse entre la
población para preservar este patrimonio de todos.
Comencemos a dar
pasos firmes hacia el futuro inmediato, diciendo: si nos llueve bien este año
sería muy bueno celebrarlo con el compromiso de una administración más sabia
del agua que recibamos. Y si la lluvia que nos haga llegar Tlaloc es menor al
gasto anual que realizamos de manera tradicional, con mayor razón habrá que
encontrar una solución en la que nuestros hábitos en el uso del agua y cultura
de conservación y administración se acerquen más a ese punto de equilibrio en
que la economía del uso del vital líquido y el respeto al medio ambiente y a
las otras especies vegetales y animales, fortalezcan el sabio vértice sobre el
que descansa la vida en la tierra.
Nunca será tarde
para preguntarnos, con lluvia suficiente o sin ella, qué le debemos al medio
ambiente y a la Madre Naturaleza. Basta volver un poco nuestra vista hacia
atrás para contemplar una obra que poco invita al orgullo propio, pues muchos
de los bosques que nos dieron madera a manos llenas y eran los cotos libres de
caza del venado, del jabalí, el solitario y la liebre, han desaparecido. Ahora
son páramos donde escasean hasta las alimañas más remisas del planeta. Nuestra
deuda con el medio ambiente nos grita a voz en cuello: la reforestación es
inaplazable en muchos puntos geográficos del estado, especialmente en las
coordenadas de las cuencas hídricas erosionadas y empobrecidas.
Y junto a ello defendamos
el medio ambiente y las reservas minerales que ahora saquean las compañías
mineras y empujemos cambios respetuosos de la naturaleza en el crecimiento de
las ciudades, con respeto profundo a la Madre Tierra y preservando las especies
vegetales y animales, pues sin ellas el tablero de ajedrez de la vida toda queda
mortalmente incompleto. No tenemos muchas opciones para labrar el complicado
futuro que se abre en el horizonte. Partamos de una dolorosa certeza: el agua
dulce disponible es una riqueza vital que tiende a la baja año con año y que se
nos dará en medio de mayores sequías y de lluvias torrenciales que deslavan
cuencas hídricas y dañan laderas y valles productivos.
No es hora de
imponernos una visión catastrofista para el futuro humano. Es el momento de
promover una nueva cultura del uso y administración del agua y de un medio
ambiente lesionado que clama por su rehabilitación. Y de asumir una responsabilidad
histórica para reparar los daños infligidos a la naturaleza. El sueño que cada año
se vuelve un claro imposible y una pesadilla permanente es el de mantener un 3%
en el crecimiento de la economía. Desvivirnos para alcanzarlo es malgastar los
recursos finitos que nos proporciona la naturaleza. La vida nos pide soñar con una
supervivencia en que los bienes materiales no sean el objetivo primordial, sino
el de una existencia digna para todos los seres humanos. Desarrollo humano no
es lo mismo que crecimiento económico. Exploremos sus ventajas. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com