No es normalidad
lo que nos pasa en materia de desapariciones forzadas. Las padecemos desde
haced casi medio siglo en Sinaloa, pero es imposible ver esa práctica como
parte de nuestra vida cotidiana o el mal colateral de la vida económica,
política y social que padecemos. Es hora en que la sociedad, no solo los
familiares de las víctimas, vecinos y amigos, señalemos de manera abierta que
se ha llegado al límite, pues el fenómeno amenaza con lastimar nuestro tejido
social con daños irreversibles.
Comencemos por
convencernos de que no existe una política pública para detener la práctica de
la desaparición forzada y que el manto de la impunidad que ello genera alimenta
dicho fenómeno. Esta aseveración no requiere demostración alguna, basta
observar sin mucha profundidad lo que pasa en la calle, a lo largo y ancho del
estado, para imponernos de que tres ciudadanos no regresan a su casa cada día.
Increíble, pero cierto. Y ello es como un axioma en matemáticas: no necesita
demostración alguna. No tenemos una política de Estado que apunte a poner punto
final a la desaparición forzada y el fenómeno persiste para la mayor angustia
social.
En las últimas
semanas la sociedad sinaloense ha conocido la desaparición de los ciudadanos
Javier Maximiliano Carrillo, Paul Omar Pérez, Francisco Quintero y Víctor
Johbany Marín. En los dos primeros casos la denuncia incansable y el activismo
desplegado en torno a las familias, permitió volver a verlos al seno de sus
hogares y a la escuela y su trabajo. En los dos últimos casos seguimos
insistiendo ante la Fiscalía General del Estado para que se despliegue el
trabajo de búsqueda de Francisco y Víctor Johbany. Nos preocupa que mientras
hay una enfermiza lentitud de parte de investigadores y agentes del ministerio
público, con la tranquilidad que les da el manto de la impunidad, los
delincuentes hacen llamadas a las familias para amenazarlas, sobre todo si ven
que se movilizan o hacen uso de las redes solicitando la ayuda ciudadana para
localizar a sus seres queridos.
Hay un patrón de
conducta de quienes privan de la libertad a mujeres y hombres en Sinaloa:
observan cuidadosamente las redes sociales en las que participan los familiares
de los desaparecidos, además de estar atentos a lo que se mueva en las carpetas
de investigación de esos casos. Una de las tareas que nos incumben a todos, a
las autoridades en primer lugar y luego a la ciudadanía, es encontrar el hilo
de la madeja que lleva la información en las carpetas de investigación a los
responsables de la privación de la libertad de las personas desaparecidas. No
sólo resultan unos expertos en el manejo del mundo digital, sino
extraordinariamente hábiles para hacerse de información exclusiva de los
agentes de investigación y de los ministerios públicos encargados de cada caso.
Hay omisiones y
negligencias de agentes de investigación y de los ministerios públicos que
deben ser registrados en la memoria pública, pues ello impide que las carpetas
caminen con la velocidad que cada caso reclama y que desde un principio las
indagatorias apunten hacia objetivos claros buscando esclarecer los casos y que
los responsables comparezcan ante la autoridad competente. Es necesario que se
funde un Consejo Ciudadano que vigile el actuar de la autoridad, pues de otro
modo las carpetas de investigación se acumulan y los casos más viejos van
formando montañas de papel sin que indiquen un punto de llegada. Mantener los
ojos observando cada paso que se haga en favor de la investigación marcará el
inicio de una nueva era en la lucha por la presentación de los desaparecidos.
Este Consejo será una instancia cercana a los colectivos de familiares y la
mano de la sociedad en este tema tan delicado.
Por todo ello
digamos que, es muy necesario hacer una profunda revisión a la legislación que
hasta hoy da marco en materia de desaparición forzada de personas y darle una
sacudida a la burocratización del trabajo de la Fiscalía Especializada en la
Desaparición Forzada de Personas. Y eso no se logrará con la simple crítica de
los colectivos, de los activistas defensores de derechos humanos y de los
medios que se han interesado en el problema. Es necesario que de la crítica que
se ha llevado a cabo se dé el salto a la organización social, que lleve a la
realización de convenciones o de un congreso, en donde se analicen el estado
que guarda el problema de la desaparición forzada, las dificultades que los
colectivos de familiares enfrentan durante su incansable lucha y se aprueben
las tareas que debemos realizar.
El Congreso o
Convención si se constituye por el número de colectivos y de familiares y de un
universo importante de organizaciones civiles que simpatizan con el movimiento
de los familiares y con la solidaridad de los medios, tendrá autoridadmoral para exigir una conducta adecuada de
los funcionarios que tienen como tarea la procuración de justicia de los casos
de desaparición forzada y se convertirá en una instancia de alto impacto en
materia de desaparición forzada y en un fuerte valladar ante quienes pretendan
continuar con la reprobable práctica de privar de la libertad a los ciudadanos
y ciudadanas.
Una tarea
inaplazable es la elaboración de un protocolo de la sociedad civil que permita
la reacción organizada de los colectivos de familiares, de las organizaciones
de la sociedad civil que simpatizamos con los colectivos y los medios de
comunicación que en la práctica difunden las noticias y reclamos en el tema de
la desaparición forzada. El Congreso bien puede hacer esa invaluable aportación.
Y eso esperamos que nos obsequie el próximo 26 de septiembre. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com