Las crisis
llegan sin pedir permiso. Y así como algunas se marchan tan de prisa como
llegaron hay otras que se emperran y se niegan a dejar el campo que invadieron.
Estas son las que se incuban por largo tiempo, sorprenden con una sacudida
mayor y prolongan su estadía depredadora por semanas interminables. La presente
crisis de violencia se nos apareció el día 9 de septiembre pasado. No pocos
pensamos que ello se convertiría en un nuevo Culiacanazo, pero que con todo lo
doloroso que pudiera ser, no duraría más allá que los anteriores. Una crisis
profunda, pero fugaz. No fue así. Rosando los dos meses de incertidumbre, la
lectura de los días y de las jornadas de pérdidas no nos dejan ver un horizonte
claro sobre el porvenir de Sinaloa y de los estados vecinos.
Hasta la semana
anterior, la SEPyC reconocía que 89 escuelas mantenían la suspensión de labores
en razón de la situación violenta que afecta a varios municipios de la entidad.
Y el comercio ha hecho todo lo posible por continuar levantando ánimos y las cortinas
de los negocios que se habían cerrado. Ayuda un tanto que el grueso de
ciudadanos retomó las calles de Culiacán y procura hacer su día a día con la
normalidad que lo permiten la coyuntura y la prudencia, que sigue siendo
nuestra segunda piel. Pero salir de casa y empezar a frecuentar comercios y
restaurantes no se convierte en torrente de compras de manera automática. La
liquidez afectó a varios sectores sociales en estos días de confinamiento y
ralentización de la vida económica.
El Día de Muertos
no tuvo el peso económico que originalmente se esperaba. Ojalá el llamado Buen
Fin se convierta en el principio de un despegue en el mundo de la economía, que
permita no sólo el movimiento positivo de los negocios, sino la oportunidad de
un derrame económico que alcance a los estratos sociales más desprotegidos, que
les permita sobrevivir y llevar el pan a sus familias. Las semanas anteriores
registraron asaltos a pequeños y medianos negocios de plazas comerciales, que
manifestaron de alguna manera la ausencia de ingresos en grupos sociales que
dejaron de percibir salarios o dividendos en los micronegocios.
No dejó de ser
un momento propicio el hecho de que el cuerpo de policía municipal de Culiacán
fue desarmado y suspendido en sus labores en tanto se revisaba la licencia
colectiva de sus armas y se repetían los consabidos exámenes de confianza. Ese
mes de ausencia de policías preventivos en las calles no dejaron de tener
consecuencias. Tanto que les echamos críticas y los calificamos de mil
adjetivos, lo cierto es que en esas semanas los extrañamos. Muchos comerciantes
solicitaron su regreso al ver la multiplicación de asaltos a negocios. No les
faltaba razón.
Hay dos apuestas
por levantar la vida económica en Culiacán: el llamado Buen Fin, que se ha anunciado
con mucha anticipación, buscando que el circulante (el dinero contante y
sonante) le haga los honores a los monetaristas que apuestan por el crecimiento
de la demanda como el detonante de la economía. La otra actividad es la Feria
Ganadera que entrará en acción nomás concluye el Buen Fin. Que los factores
externos no alteren esta fiesta de otoño.
Si hemos
observado que la ciudadanía hace un gran esfuerzo por retomar la vida cotidiana
en los términos en que la vivía antes del 9 de septiembre, si vemos que los
productores del ciclo agrícola 2024-25 preparan ya sus tierras para sembrar o
ya sembraron buena parte de las hortalizas que producen en invierno, con todas
las restricciones que impone un ciclo anémico de lluvias y con las
incertidumbres del mercado internacional. Si los vemos empujar con la idea de
que la esperanza también se construye, no se espera sentado a que llegue, hay
otras tareas que la autoridad y el resto de la sociedad debemos de cumplir. Me
refiero a que la autoridad no puede descuidar ninguno de los Cuatro Ejes
anunciados para enfrentar la crisis de violencia, sobre todo el Eje Uno.
Se dijo que este
eje pondría una atención especial a la cuestión social. Se refiere a la
atención de los jóvenes y de los excluidos, con el fin de alejarlos de las
garras de quienes encabezan el crimen en nuestro país. Creo que se están
tardando, pues no se han hecho públicos ni recursos, ni programas para
atenderlos. Y algo que debe ser incluido en ello: la atención cercana, el
seguimiento y protección en salud (física y mental), educación y alimentación,
de los huérfanos y viudas de la violencia. Ya los hemos descuidado y con ello
cobra un lamentable valor la tesis del investigador Luis Astorga Almanza, en el
sentido de que los niños que nacen en el entorno de violencia y en barrios con
alta incidencia de drogas y adicción, terminarán de punteros, tiradores de esas
drogas o de sicarios.
Otro mundo es
posible para esos huérfanos y esas viudas si el Estado atiende ese Eje número
Uno. Otra tarea aceptada por la autoridad de Sinaloa y en la que se insistió
por CANIRAC, por el licenciado Miguel Calderón, del Consejo Ciudadano Estatal
de Seguridad y por un servidor, es en el establecimiento de una Mesa de Diálogo
Permanente entre sociedad y autoridad. No sé qué esté pensando el Gobernador
Rubén Rocha Moya, pero ya hemos perdido más de un mes sin hacer ejercicio de
ese diálogo, sin escucharnos y sin elaborar juntos una propuesta de salida a la
crisis. Ante ese retraso, volvemos a insistir: sólo hay una fórmula que puede
sacarnos del pantano en que estamos metidos: el trabajo conjunto entre la
autoridad y la sociedad. Cualquier otro esfuerzo que se haga desde las
instancias de gobierno puede tener algunos éxitos temporales, pero no la
solución definitiva. Ojalá haya más confianza en las aportaciones desde la
sociedad. Ojalá. Vale.
Profr. Oscar Loza Ochoa
Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa/Jesús G. Andrade #475 Desp. 8/Culiacán, Sin./CP 80000/ Tel. (667) 712.56.80/oscar.lozao@gmail.com